jueves, febrero 23, 2006

Decálogo de errores

Me sonríe el cañón
de este revólver de cristal,
medio vacío, claro;
tú desnuda en otra parte
-me entraste por el oído-
dices que ya no te acuerdas
de mi, claro:
éramos jóvenes
y nos queríamos
al son del baile de San Vito.
Hoy es un cumpleaños atípico,
me dibujo una vela gris en al nuca
y sufro la alucinación
de tu ropa interior
asomándose al mundo,
como un periscopio
en misión de rescate;
a veces el mundo
funciona como si le hubieras regalado
tu perfume a todas
las chicas de la ciudad.

lunes, febrero 06, 2006

Tan despierto

el tiempo de los disparos se des(a)nuda
con la luz natural
como de infancia en el duermevela
pero tan despierto.
Tan despierto
que no parece de noche, ni poesía,
ni veinte años de plumón,
ni la ristra de meses
que ajustabas a mi cintura;
ahora hay una chica
que duerme mientras escribo
- es fan del celuloide
pero su tecla de play, creo,
está escondida-
Tiene un nombre tan pequeño,
-tan despierto, capicúa-
como ella misma
y sus miguitas de pan
-y sabe Dios de qué más-,
en la colcha
a la hora de la merienda.
Tan despierto
que se me ocurre la idea estúpida
de que tu pelo,
tu cuerpo (la ganzúa del Universo)
tiene que ver con el oficio este
de estar triste
y de comparar
la carne con la piedra
y la piedra
con las flores de tu aliento.