Me gusta que tengas una televisión tan grande y moderna,
y que la compraras una noche que habías bebido;
hay otros pisos en Madrid con teles pequeñas donde no hay quien vea
una película de miedo como Dios manda.
Me gusta mucho tu piso,
yo le llamo el piso de las galletas por cómo huele la cocina,
me encantan tus desayunos naif,
te voy a comprar una Nespresso cuando resucite mi tarjeta de crédito
como el Ave Fénix.
Me gusta la ventana de tu dormitorio que da a un jardín con piscina,
la primera vez que la vi pensé que existían otras vidas diferentes a la mía,
los dulces aspersores han aliviado este verano muy cálido;
los llamamos periquitos por cómo se dice en tu tierra.
Me gusta el trabajo que tienes,
haces cosas con los números que se escapan a mi entendimiento,
tu inalcanzable inteligencia me excita como si tuviera 15 años.
Me gustas porque eres una mujer de acción,
hábil con las manos y que carga el peso de los planes vacacionales
sobre una hoja de cálculo y todos confían en ti.
Yo confio en ti y me gusta estar en silencio a tu lado.
Me gusta tu cariñosa honestidad, me mantiene despierto.
Me gusta tu brillante coche y la historia de que lo heriste llevándome a casa
como si fuera un Duque, siendo yo un hijo de lo truncado e inexplicable.
Me gustaría felicitar a los ingenieros que hicieron las ruedas de ese coche
por su desempeño en carretera y en pinar.
El GPS habla en inglés para no parar de aprender nunca.
Me gusta tu redonda bondad de aeropuertos y perlas.
Eres una mujer de hechos que te me has aparecido en el centro de la vida.
lunes, agosto 22, 2016
martes, mayo 19, 2015
Amor Amish
Subidos en el avión te enseñé un Kindle
y no te
gustaba,
como tampoco
te gustaba que el hombre más desorientado
que habrías de conocer en la vida
mirara el Google Maps.
Y me dijiste:
si algo merece la muerte de los árboles
es un libro.
viernes, septiembre 19, 2014
La pirámide de Maslow
He conocido en esta
vida un Madrid de respiración contenida
un escenario
silencioso,
donde trabajamos muy
duro, bebemos salvajemente
lo que nos pongan
por delante,
y nos enamoramos de
las segundas y terceras oportunidades
que nos brindan
desde muy arriba.
Mi vida es un
pinball,
una noche me
encontré de vuelta en tu ascensor,
esperé a tu momento
en el baño
para acercarme a los
libros y besarlos con los dedos,
por si perdía la
vista algún día.
Ojos cerrados y
orejas afiladas en tu apartamento,
como un perro
esforzado que cuenta los miembros de la Humanidad
hasta caer rendido, pegado
a ti.
Aquellos ridículos delirios
de grandeza que soñaba yo,
para explicarme qué
pintaba el monstruo y su carrito de calamidades
circulando por las
avenidas anchas de tu vida.
Pero el mundo es
otro ahora.
La edad mediana de
mi Sistema Nervioso Central
que alterna
oficinas, habitaciones apiladas, ciudades mediterráneas
y galerías humanas
donde me contrasto horriblemente,
ha interrumpido el
préstamo de palabras y pensamientos.
Me ha prohibido la
canción que me lleva a ti
pues lucha honradamente
por una vida sobrevivida y discreta
que me aleja día a
día
del gran fantasma cinematográfico
del amor. miércoles, junio 12, 2013
Repsol
Aquellas semanas de barbarie discurrían en frente de un ventanal exhibicionista
del semicentro de este Madrid 2013,
tan pintado de leves programas de televisión
que son centros florales en mitad de las noches del diario.
Bebíamos mucho,
yo hollaba la línea uno del Metro en búsqueda de una mujer
arrancada del Bukoswski primitivo,
alguien que lleva el final anudado a la frente
como un pañuelo Kamizake,
un volcán con conciencia de destrucción. Una cortesía.
Hasta entonces cenamos porquerías y dulces, bebíamos,
sus trucos para desconcentrarme en los juegos de los bares
encendían luces calientes en mi cabeza.
Una erección es siempre algo nuevo.
Nos repartíamos las victorias en el ajedrez,
en el futbolín y en una cama grande y morada.
En las noches de fiebre y galope
las luces de una gasolinera Repsol iluminaban
su culo candidato a Premio Nobel de la Guerra,
la mecha duraba,
y yo contaba los días como si fueran embarques de avión
al echarme al portal y a la vida.
del semicentro de este Madrid 2013,
tan pintado de leves programas de televisión
que son centros florales en mitad de las noches del diario.
Bebíamos mucho,
yo hollaba la línea uno del Metro en búsqueda de una mujer
arrancada del Bukoswski primitivo,
alguien que lleva el final anudado a la frente
como un pañuelo Kamizake,
un volcán con conciencia de destrucción. Una cortesía.
Hasta entonces cenamos porquerías y dulces, bebíamos,
sus trucos para desconcentrarme en los juegos de los bares
encendían luces calientes en mi cabeza.
Una erección es siempre algo nuevo.
Nos repartíamos las victorias en el ajedrez,
en el futbolín y en una cama grande y morada.
En las noches de fiebre y galope
las luces de una gasolinera Repsol iluminaban
su culo candidato a Premio Nobel de la Guerra,
la mecha duraba,
y yo contaba los días como si fueran embarques de avión
al echarme al portal y a la vida.
sábado, enero 26, 2013
Agua de colonia
La sobriedad y la comida que no mancha apenas los platos,
me devolvieron a estas falsas noches despiertas de ojos cerrados
donde circulo las nítidas autopistas que conectan mis
paraísos;
los reinos perdidos de la paciencia
como colonia de bebé abierta en la cornisa de la ventana.