Fluyen días despacio,
con ojos de cañería rota,
el viento diminuto repta
por la carretera
-solo se detiene para
hacer autostop-
paro, para que entre por la ventanilla
¿Recuerdas cuando había
alguien que se maquillaba por ti?
me pregunta, y baja el volumen de la radio.
Yo también pongo dos mantas
en mi cama de Invierno, allá donde duermo
detrás de las montañas, bajo los charcos
o en la ranura de las alcantarillas.
Me pide que le hable de mí, poca cosa:
dos fugas de gas, ningún coche,
tres semáforos en verde
enfureciendo al resto de los conductores,
la estaba besando, ¿sabes?, si, estaban hechos
de lana puntiaguda, si, hay canciones
que estarían dispuestas a testificar.
El viento lleva una boina
y solo le quedan dos dientes, pero mira
el asfalto con cara de haber visto la muerte
en todos sus amigos:
de un infarto, de cáncer, quizá; apoyados
en la pared con los ojos vendados,
en la época del alcanfor y agua
en pantanos, leche y sopa.
Ahora hay una pastilla para cada cosa, dice,
pero los médicos no saben medir el dolor
en arrobas -¿se podrá morir de pena
como los perros?-
Se baja en medio de los cultivos
y pide disculpas por las molestias.
One response to “Maquillaje”
<< - Francis, tio, no hay ninguna pastilla ni ninguna inyección que puedan darte aquí que reduzca o suprima el cinismo. - Bromeó Peter.
- Tampoco ninguna que te de optimismo. - Asintió Francis. >>
("La Historia del Loco")
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