domingo, septiembre 23, 2007

Casi yo

NO HAY casi milagros
me tiñe los píes
la luz naranja de la noche mil,
mi hermano pisa descalzo
el cemento tierno
y dicen sus dientes blancos
oficial de segunda.
Mi madre y mi padre
se huelen cuando ella duerme,
le damos explicaciones
esotéricas a esta falta
de cabeza.
Yo aprendí el nudo más fácil
de corbata
en una botella de Juver,
no se veía el suelo
de los papeles y los calcetines
que había,
era digno de fotografiar,
y así se hizo.
En cuanto al sexo que es naturaleza
haciendo playback,
FIN DEL VERANO.

viernes, septiembre 07, 2007

Faemino y Cansado


Fue en el verano de 2002 cuando me empeñaba en pensar que la vida está llenas de puntos de inflexión. Tenía toda la pinta del mundo: abandonada una carrera y me lanzaba a otra en una ciudad como Salamanca que no era hasta entonces, para mí, más que la alternativa pobre a irme a Madrid o la pequeña Roma de cuando mi padre me llevaba a ver monumentos por Castilla y León. Y es que el menda va a hacer 24 años (que es una edad que suena muy bien para una mujerzuela en un affair teniendo uno 40, hipoteca, barriga, una máquina de cerveza en casa etc etc...) pero para un tipo como yo es una edad entre dos aguas bastante asquerosa. Le decía el otro día a mi madre que lo bueno de tener 24 es que todavía no se sabía qué cojones iba a ser, ni dónde cojones iba a llegar, esto que podría ser considerado como un pensamiento más o menos profundo y tal, no deja de ser un robo a William Munny que decía que cuando matas a un hombre te cargas no sólo al hombre en sí, sino también a todo lo que podía ser o tener. Muchas veces en mi vida, he dado dramatismo a las cosas tratando de forzar las situaciones para poder soltar una frase de una película o de una canción. Es patético pero tiene un punto de absurdez que me gusta. En ese verano fui a ver a Faemino y Cansado que actuaban en Valladolid y sentí que me encontraba ante un momento cumbre en mi vida, después me pasé varios dias enumerando esos momentos cumbres que había vivido hasta entonces en un ejercicio de editor de Greatest Hits bastante lamentable. No pasaba de cosas como ver un centro comercial por primera vez, o algún sms, todo bien edulcoradito, como mandan los cánones de la memoria. Me reí mucho, me acompañó mi mejor amigo y nos partimos el ojete. Salí de la actuación con la mandíbula y la tripa dolorida y estoy seguro que de haber conocido los beneficios del etanol y la cebada me habría tomado unas cañejas a la salud de los comicos y de mi amigo. No obstante , seguramente me tomé un BioFrutas mediterraneo, arrugando servilletas compulsivamente. Yo no sólo no bebía sino que además era un feroz activista anti alcohol. Si algo sé sobre el alcohol, y extensiblemente sobre cualquier cosa que te produzca un mareillo es que cualquier estrato social es capaz de inventar excusas legítimas para darle el frasco, la loncha o el cigarro de la risa. Yo pensaba que el alcohol era de gilipollas sin personalidad, que se dejaban llevar por la corriente, pero no es difícil encontrar al siguiente gran poeta maldito en su habitación de piso compartido, llena hasta la bandera de botellas de cerveza o vino o ginebra que le tira a los palomos como signo de desgracia vital (lease desamor, incomprensión, abulia) y motor cuatro por cuatro de su escritura. "Ya no sé si es dolor o resaca", dicen los bastardos mientras grapan el manuscrito. Por cierto eso de llamar manuscrito a un taco de 40 folios de poesías impresas en New Roman es de un cursi y un querer darse importancia execrable (por no poner asqueroso otra vez).
Hoy vuelvo a ver a los FyC otra vez, y otra vez en un cruce de caminos.