miércoles, junio 12, 2013

Repsol

Aquellas semanas de barbarie discurrían en frente de un ventanal exhibicionista
del semicentro de este Madrid 2013,
tan pintado de  leves programas de televisión
que son centros florales en mitad de las noches del diario.
Bebíamos mucho,
yo hollaba la línea uno del Metro en búsqueda de una mujer
arrancada del Bukoswski primitivo,
alguien que lleva el final anudado a la frente
como un pañuelo Kamizake,
un volcán con conciencia de destrucción. Una cortesía.
Hasta entonces cenamos porquerías y dulces, bebíamos,
sus trucos para desconcentrarme en los juegos de los bares
encendían luces calientes en mi cabeza.
Una erección es siempre algo nuevo.
Nos repartíamos las victorias en el ajedrez,
en el futbolín y en una cama grande y morada.
En las noches de fiebre y galope
las luces de una gasolinera Repsol iluminaban
su culo candidato a Premio Nobel de la Guerra,
la mecha duraba,
y yo contaba los días como si fueran embarques de avión
al echarme al portal y a la vida.