domingo, octubre 19, 2008

El pequeño bolchevique que hay en mí

Su último pensamiento antes de despertar fue el pequeño bolchevique que hay en mí. Aquella mañana amaneció como una pila de libros alemanes en caída libre dejando huella en el piso, aquel día amaneció siendo aún de noche. Tras aquel desayuno de siempre que según esperara o no a ver actuar la leche, era crujiente o mierda de gato, salió de casa y metió las llave y accionó el contacto del coche. Pensó hacerlo pero no lo hizo, antes de entrar en el coche le dedicó una mirada a las letras con dedo sobre el cristal manchado tu padre es una vergüenza para nosotros, solo miró y esta vez no lo limpió como solía hacer cada día. Condujo. Advirtió que estaba en la reserva y se dirigió hacia la gasolinera. Ahora en las gasolineras tú eres el empleado y el cliente, así que eligió la manguera adecuada y la metió en el agujerito adecuado no sin antes apuntar a los zapatos y soltar treinta céntimos de gasolina. Se llevo las manos a los bolsillos, hacía mucho frío, -en aquella tierra que haga frío entraba dentro de lo normal- buscando una cerilla que llegados a aquella época de la historia, solo servían para camuflar los baños recién contaminados. No había cerillas. Joder. Se le habían acabado las ideas para mejorar el movimiento de píes en el baile. Se echó a la carretera. La noche era pegajosa, olía bastante bien aunque parezca mentira, era pegajosa/olía a lluvia & estiércol, pensó, luego lo olvidó y siguió conduciendo por la noche. Pensó en renos hábiles que se te cruzan y a las tres horas eres un buen chico y todo el mundo pasa a recordar todas aquellas cualidades, sobre aquellas balas de madera tan limpias que te ves lo bien o mal peinado que vas. Sintió una mano en el hombro y pensó en su padre. Se puse aquel cd, -aquellas canciones-, en verdad solo oía dos hasta que perdían cualquier significado que hubieran tenido jamás. Qué equilibrio inmundo. Después dio frenazo, la noche se había disuelto en agua, estaba en aquella fase marica de las noches, la noche se había vendido, pero hacía frío. Se bajó del coche en medio de la carretera pensando en el servicio militar, tan amenazante y enderezante y al final nada, pasó de lejos, ni siquiera hubo que hacer el paripé de los papeles. David fue y se le pasó en la garita pensando en tener una mujer, cuando volvió se arrodillo frente a Susana y fueron felices .Su padre admiraba a David y él también, gran tipo, sentía un orgullo profundo y estúpido cuando veía aquella furgoneta serigrafiada con su nombre humilde y casi anónimo.
Saltó la cuneta con riesgo. Subió el montículo y dio cinco pasos amplios, se tumbó en medio de las matas. Como te puedes imaginar se masturbó con los ojos cerrados y con la hierba metiéndosele por la nariz y las orejas. Olía a gasolina. Cerró los ojos y recordó aquel color jamón serrano del gasoil años atrás y cómo se reía su padre ante la apreciación y le animaba a darle un trago. Abrió los ojos y vio un pastor con una colilla en la boca a 5 centímetros. El día había tomado la primera comunión y jugueteaba ya con las piernas de las niñas del colegio.