martes, noviembre 27, 2007

dos

las reglas de atracción

Qué triste que Maradona
diga
-la gloria,
el publico enloquecido,
es como el motor
rugiendo de un Ferrari-.
Existen
músculos
en la espalda, en la cadera,
detrás de los ojos
que solo se sienten
cuando te abrasa el deseo,
merece la pena
vivirlo
y sentirse
una marioneta palpitante
de la naturaleza.

labia (los labios)

El único conocimiento válido lo consiguen los labios, yo beso borracho una pared de piedra del Bernabeu en una noche de tantas, descubro así un agujero por el que pasan mis labios de alguna forma y toco el suelo frío de Gran Vía, esquina con Callao, saboreo los cartones secos de vino de los vagabundos.
Los labios, los primeros labios, sabían poner una capota hermética al mundo, era como el experimento para niños de ahogar una vela con una copa, y después todo es humo y hollín. Los labios inferiores son aún mejor, a veces son una choza caliente a la me gusta llamar retablo de las maravillas o fin del mundo, o tienda de trofeos, o espejo simpático, o 360 grados.
Los labios inferiores besan húmedo si lo hacen, son como la mujer española en el tema de los besos de verdad, se descubren la primera vez hermosos como una catástrofe en tiempo real. A veces se descubren invisibles y sabes de inmediato que hay algo equivocado en cómo estás arrimando las cosas al precipicio

jueves, noviembre 01, 2007

Coplilla después del 7º whiskey (homenaje a José Hierro)

A la gente solo le gusta
lo que no se lleva el viento,
a las 7
las luces de Madrid
se apagan en silencio.