Me gusta el cine porque es el banco de pruebas más extraordinario creado por el hombre, porque es la permuta definitiva de las antiguas disciplinas artísticas. Me gusta ver cine de 7 estrellas en un estado total de ebriedad. El cine es la materialización de los sueños, no me gusta la gente que se ríe de los sueños de los demás. Me gusta el futbol y sus analogías universales. No me gusta el sol cuando se pone cruel y agita las ideas, a pesar de que el sol se llama igual que se llamaba mi padre, Lorenzo.
Me gusta la forma de leer poesía que tenía José Hierro, como observando el mundo desde un acantilado de Santander, me gusta también cómo leía Ángel González, fuerte, como te leería un padre de esa talla, no me gusta ser huérfano. No me gustan las sorpresas catastróficas que esconden el mundo y las personas, me gustaría que no llegaran esos días negros, nunca. Me gusta vuestra santísima felicidad. Me gusta el cine en versión original y los poemas en su idioma de origen, pero amo con toda la fuerza de que es capaz mi corazón las traducciones y los doblajes insólitos, como en Woody Allen la voz profunda que dice: “lo contrario a la muerte es el deseo y yo te deseo desde la primera vez que te vi” o el “tras la marcha de los ejércitos” que Bukowski nunca escribió. Me gusta la redundancia de soñar contigo y que estés ahí al despertar.
Me gusta mucho Madrid, me gusta salir con Daniel con un montante total de 20 € y convertirnos en los príncipes de la noche, no me gusta nada el pueblo donde viví mi infancia, mi adolescencia y el día de hoy, no me gusta nada el destino que me reserva, me aterroriza ese destino sin horizonte, abarrotado de días planos y suaves al tacto como una lápida. Odio la palabra metástasis pero amo la palabra amor y agradezco que venga mucho mucho antes en el diccionario. No me gusta la palabra ruina, pero mi obra poética tiene como ejes el amor y la ruina y tú.
Me gusta la ciudad de Nueva York, me gusta París. Me gusta la poesía porque es como si durmiéramos todas las noches juntos, me gusta creer que escribo poemas extraordinaria porque me hace flotar y sentir que soy alguien. Me gusta hacer reír a mis amigos y el llanto dulcísimo y retrospectivo de la felicidad.