He conocido en esta
vida un Madrid de respiración contenida
un escenario
silencioso,
donde trabajamos muy
duro, bebemos salvajemente
lo que nos pongan
por delante,
y nos enamoramos de
las segundas y terceras oportunidades
que nos brindan
desde muy arriba.
Mi vida es un
pinball,
una noche me
encontré de vuelta en tu ascensor,
esperé a tu momento
en el baño
para acercarme a los
libros y besarlos con los dedos,
por si perdía la
vista algún día.
Ojos cerrados y
orejas afiladas en tu apartamento,
como un perro
esforzado que cuenta los miembros de la Humanidad
hasta caer rendido, pegado
a ti.
Aquellos ridículos delirios
de grandeza que soñaba yo,
para explicarme qué
pintaba el monstruo y su carrito de calamidades
circulando por las
avenidas anchas de tu vida.
Pero el mundo es
otro ahora.
La edad mediana de
mi Sistema Nervioso Central
que alterna
oficinas, habitaciones apiladas, ciudades mediterráneas
y galerías humanas
donde me contrasto horriblemente,
ha interrumpido el
préstamo de palabras y pensamientos.
Me ha prohibido la
canción que me lleva a ti
pues lucha honradamente
por una vida sobrevivida y discreta
que me aleja día a
día
del gran fantasma cinematográfico
del amor.