jueves, diciembre 09, 2004

Pasión Hipnótica

No hay más que pasear por estas calles miserables para entenderlo. El interior de esas mismas casas se presume más clemente pero engaña. Este frío es la antítesis de tu piel cuando dabas cuerda al tictac del acordeón. Aquí debe ser Navidad siempre a juzgar por la intensidad de las celebraciones: Papá Noel escala los balcones desde Octubre y los gatos prestidigitan en lo alto de los tejados. Todos los gatos de Braga son negros en Navidad, pero la mala suerte solo es una teoría para explicar las lágrimas que se congelan de camino al centro: hay que ver los monumentos y fotografiarlos, ya se sabe. Ja Sei Namorar forma parte del entorno natural; brota de las profundidades de la tierra y se apodera de los acentos, que inconscientes, han amueblado la nueva vida con su veteado tropical. Nadie quería estar aquí pero todos son obscenamente felices, nadie se lo puede permitir, pero hay fiesta todos los días. Los chavales negros de Cabo Verde me llaman Cobain y me llevan con ellos a sus dormitorios claramente diferenciados para ver el fútbol. Algo debe fallar si ellos entienden mi idioma y yo el suyo no. Si, yo hablo un perfecto Portuñol. Este dormitorio está envenenado de pasión hipnótica y es muy difícil de discernir si marca el principio o el final. ¿Qué tal Portugal? La verdad es que no lo sé, creo que no estuve allí. ¿Qué otra cosa podría decir un urbanita de pueblo? Come y calle. Está muy buena la Francesinha a estas horas de la tarde. Esa catedral flanqueada de casitas estrechas multicolor con formas poco rotundas parece derretirse a cada momento. El fin de semana más largo de los últimos mil años culmina una madrugada de jueves, casi como empezó. Yo, anciano, tomo el tren y después el autobús de la mañana y desaparezco (un poco más).

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