Se está muerto aunque lata el corazón, amigos.
José Hierro
Cometimos pecados juntos,
la reserva de elan vital
que unían nuestros imanes de carne
no se acabó;
las promesas de sujetador
como dos versiones
de un mismo verano
no aparecieron
por la puerta del trabajo.
No te rías, pero
la peor parte de la purga
se la lleva esta retahíla
de pañales unisex
y periódicos en el suelo,
que llaman poesía
que llaman (¿serás tú?)
la vida feliz de los castrados.
TAMPOCO TENGO CORAZÓN
y eso que lo oigo en los pies
de una bailarina descalza
que se contonea
en la ruina de corcho
-antaño con nombre-
que dejó
el camino de baldosas amarillas.
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