jueves, septiembre 10, 2009

I always cry at endings





Las despedidas son algo bastante delicado. Hace dos años tomé la decisión de venirme a estudiar a Madrid un Máster con un dinero que no tenía pero que me proporcionó el Sr. Botín muy amablemente. Apuesta jodida, amigos, apuesta jodida. Yo vengo de un sitio donde hay determinados caminos trazados -algunos con un surco muy profundo- que yo decidí no atravesar, porque tengo un pequeño problema con las películas que vi de niño. Y así fue, compré la ropa necesaria (quizá no la suficiente en cantidad) adopté las poses y los roles del mundillo y me lancé. Lo cierto es que teniendo en cuenta las circustancias me puedo quejar bien poco porque he tenido buenos trabajos casi todo el tiempo. He amado mucho esta ciudad apocalíptica, Madrid; he visto cosas extraordinarias aquí, he hecho safaris por sitios que jamás pensé que vería, como tus piernas; porque en nuestro decálogo Cabronías todo es como tus piernas, ya sabes. Resulta que mañana hago 26 años y me vuelvo a casa, al pueblo donde soñaba salir desde niño, con el rabo entre las piernas. Es una mierda bastante copiosa arrastrar sueños infantiles y luego no tener lo que hay que tener para aprovechar las oportunidades. Yo es que pensaba que, como en las películas, bastaba presenciar el camino y desear con fuerza la dicha, pero resulta que no, que hay que trabajar como un perro y creerte el día a día. A mi me cuesta un pelín creerme el día a día. Mea culpa.
La gente que me conoce sabe que yo soy muy de decir copón, y de montar fiestas del fin del mundo y mañana, 26 años, no podía ser menos. Así que nada, que no se note la miseria, mañana a las 21.30 vamos a festejar por todo lo alto mis dos años aquí, la no permanencia, la independencia mexicana y lo que haga falta. Si alguien se quiere apuntar, para eso están los comentarios, el e-mail, etc. aunque con la advertencia de puesto que los 18 € que me dieron de finiquito los invertí en warranties que no viene de guarras, por cierto, se agradecería aportaciones de comida y bebida.

Un beso.


dejad paso al Marqués de la Espuma

6 Responses to “I always cry at endings”

M.sth.Q. a dijo...

Me apunto poeta, pero estoy algo lejos, tal vez tarde en llegar, pero lo haré, antes que celebremos los 26 de tu nieto...

Una cualquiera dijo...

26 añitos. Por Dios Moncho, si eres un yogurcin. Cualquiera diría leyendote que se te han ido todos los trenes y que eres un abuelo. ¡Por favor! pero si llevas vivido menos de 1/3 de lo que vas a vivir, pero ¿qué me estás contando?.
Que te lo pases muy bien en la fiesta; yo a Madrid iré la semana que viene al cumpleaños de uno que yo me sé que cumple ¡51!. Ya ves.

Y escribe poesía de esa de la tuya que este post no me ha energetizado nada.
Quien te pillara. Bebé, que eres un bebé.(Un bebé llorica por cierto; ¿o es que tienes un cólico de lactante?. ¡26 años! si yo los pillara ahora, ahora mismo...)

FELICIDADES.

Una cualquiera dijo...

Si escribes en el otro lado, yo no puedo dejar comentarios...Bueno, a lo mejor va a ser por eso.
De cualquier forma, me alegro de volver a leerte; ya tenía mono.
Quien...

Moncho dijo...

Hola!

La verdad es que voy alternando lo que escribo en los blogs para que ninguno quede sin actualizar mucho tiempo. Este último es muy pequeñito, estoy un poco bloqueado ultimamente.

Muchas gracias por tus comentarios.

Monch.

Una cualquiera dijo...

Pues desbloqueate poeta, desbloqueate y ponte a bloguear que es un gustazo leer lo que escribes.
Quien...

Anónimo dijo...

A veces la inspiración viene de los lugares más insospechado. Mira a tu alrededor y reflexiona. Seguro que algo hay que merezca la pena ser contado (o versado).