martes, diciembre 02, 2008

Ochocientos ocheinta y dos

a las cuidadosas mujeres de mi vida
Ella me sintió enfermo
y puso el agua a hervir,
echó arroz Hacendado,
lo escurrió
y le puso el zumo de dos limones
cuidando de quitar las pipas
con el dedo índice y corazón
de su pequeña mano derecha,
me tocó la tripa
y después bajó un poco,
se sentía como la caricia involuntaria
de una monja
como queriendo hervir el Pacífico
con un zippo,
sus ojos eran como los de mi abuela
que bebía a escondidas
y me alimentaba los sesos con letras.

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